CULTURALIA. DE LA FERIA

NOÉ GUERRA PIMENTEL*

 

Bueno, como ya se sabe, el origen del máximo festejo de los colimenses se remonta al siglo XVI con motivaciones religiosas, así poco a poco se va convirtiendo a lo profano, hasta que surgida la República es cuando en 1826, mediante decreto del 21 de abril, por primera vez se le arroga el calificativo de Feria, que es cuando se autoriza para realizarse en el mes de marzo del siguiente año y los siguientes nueve.

Hasta 1896 por primera vez se le denomina Feria de Todos Santos, periodo en el que paulatinamente se transforma hasta llegar al siguiente siglo y con altas y bajas alcanzar las primeras décadas en las que va creciendo y empiezan a incorporarse otros atractivos, como los juegos originalmente de madera y activados con fuerza humana, para llegar a los años treinta, cuando en 1934 por políticas se le relevó su original nombre imponiéndosele otro, mismo que se sustituyó en 1998 y modificó en 2007, quedando como Feria de Todos Los Santos. Me sigo preguntando de dónde sacaron eso del “75 aniversario”.



Esta ocasión he tenido la oportunidad ir en cuatro ocasiones, al baile de Coronación, el domingo a cenar, el miércoles a una comida y anoche a cenar y al palenque. De todo esto ¿Con qué me quedo? Me quedo con el esfuerzo que sin duda realiza el Gobierno del Estado para que la celebración siga siendo atractiva y, por lo menos, que continúe generando recreación y sano esparcimiento, ya no digamos dividendos a Colima, pero para que eso se dé, tiene que mejorar.



Sobre este renglón insistir, por ejemplo, en cuidar que los comerciantes no abusen con los precios, que se controlen las tarifas de los juegos mecánicos; igualmente y desde hace rato se debió haber intervenido y no solo entre los que venden kilos de menos, sino también entre los restauranteros-botaneros que se pasan con los precios, lugares en los que además se compite con el ruido, como obligación.

Otro aspecto es el del Palenque, con el que se insiste en los mismos “empresarios” y la repetida “variedad”. En esa tónica cabe enunciar al Casino, que, como lo afirmé el año pasado, “cada vez más viene a menos” con lo que traen, grupos y solistas en decadencia, nada que valga lo que se cobra.

Respecto a las exposiciones igual que el año pasado, salvo lo de Turismo, que fue realmente novedoso, el resto frías, sin propuesta, anquilosadas, ahora sin el pretexto del Jova, el caso es que la creatividad volvió a brillar por su ausencia en los municipios, donde el culto al ego otra vez tuvo su ridícula expresión con fotos y más fotos para rellenar muros, donde el peor es el stand de Cuauhtémoc, siguiéndole los de Manzanillo, Tecomán, Coquimatlán, Villa de Alvarez, Colima, Minatitlán, Ixtlahuacán, Armería y Comala, pero a cual más de sin sentido y hasta absurdos, donde se ve que muchos se pusieron “nomás por cumplir”. Qué pena que se ofenda así la tradición y a la inteligencia de la gente.

Otro detalle que desde el año pasado enuncié aquí fue el de la “Exposición ganadera”, aspecto que ya cumplió, los ganaderos locales los cuento con los dedos de una mano, sin embargo la contaminación, los malos olores y el latente riesgo sanitario son una bomba de tiempo. ¿No será más factible adaptar un espacio en el Rodeo, para que quienes gusten vaya allá a darse su perfumada?

Lo pregunté el año pasado, lo reitero hoy ¿Dónde quedó la novedad del año? ¿Cuándo perdimos el “Barato como en la Feria”? ¿Quién borró lo de “Padrino mis perones”? ¿Qué pasó con el “Ya huele a Feria”? ¿Dónde, los productores y comerciantes locales? ¿Representa un atractivo turístico? ¿Es una opción recreativa y cultural? El máximo festejo colimense reclama, urge una transformación integral, una reconceptualización, evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos para continuar vigente.

Recadito: Con su apertura, quedó demostrado lo ocioso que “por seguridad” resulta cerrar al tránsito la Av. Gonzalo de Sandoval a la altura del CERESO.

*Presidente de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.

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