ING. RAFAEL TORTAJADA
Hay quienes aseguran, que la primer manifestación divina que le asignaron a este símbolo fue cuando algún humano al cual ya se le había desarrollado el cerebro y empezaba a ser pensante; le dio por tomar dos trozos de madera y colocándolos en forma de cruz empezó a frotarlos y así produjo por primera vez un chispazo que ocasionó el fuego, y así siguiendo su ejemplo los demás hicieron lo mismo. ¿Qué mejor momento y figura para darle una connotación sobrenatural? ya que, a partir de ese momento el hombre dio un paso enorme en la historia, creando el elemento necesario para cambiar toda la alimentación. Otros aseguran que fue la necesidad de la orientación la que le dio mayor fuerza astronómica e histórica cuando algún iluminado marcó los puntos cardinales.
A partir del hecho en que ya los alimentos podían ser asados, aumentó grandemente el gusto por la comida aunque siguió siendo insípida hasta que se descubrió la sal. Otros insisten en que fue la cruz el símbolo del cristianismo y que de ahí arrancó como figura divina; pero, recordemos que en un principio los cristianos se identificaban por una figura en forma de pez y no de una cruz. Es muy válido creer que desde el momento de la crucifixión de Jesús, estos dos maderos atravesados tomaron un lugar importantísimo como figura emblemática y representativa de una religión como lo conocemos ahora.
Seguramente la cruz que sirvió para inmolar a Jesús que fue clavado en su figura, es la más importante en la historia del catolicismo; recordemos que la fe en ella seguía siendo tan fuerte entre los creyentes que, cuando Godofredo de Bouillón que fue quien encabezó la primer cruzada, aquella que nació bajo la arenga de Pedro el ermitaño que fue el instrumento que utilizó el Papa Urbano II para que los cristianos se lanzaran a una guerra para rescatar el santo sepulcro (o sea la sepultura de Jesús), de los árabes; sufrieron enormes penurias en su paso por toda Europa hasta que se embarcaron para llegar a los terrenos de lo que hoy es la nación de Israel y de ahí a Jerusalén. Debemos tener presente que de la invitación que el Papa había hecho para que fueran a luchar, sólo respondieron los franceses y no teniendo dinero para costear semejante empresa, le solicitaron un préstamo a un banquero de Venecia, y con ello lograron llegar a su objetivo.
Cuando llegaron a las murallas de Jerusalén, los cristianos iban en condiciones tan lamentables que los sarracenos se reían de ellos desde lo alto de las murallas y se preguntaban ¿contra éstos vamos a luchar?; la batalla estaba perdida de antemano pero los líderes se valen de muchos trucos para buscar el triunfo, resulta que Godofredo un buen día salió entre las tropas con un clavo entre sus manos y les dijo: “este es uno de los clavos con que clavaron a Jesús en la cruz, ya lo autentificó un sacerdote y lo bendijo, por lo tanto, él nos guiará a la victoria”. Fue tanto el fervor que se le inyectó a los famélicos creyentes que aún en estas fechas no se sabe cómo lograron triunfar contra soldados bien comidos y bien armados.
Hay una carta que uno de los soldados que asaltaron las murallas le envió al Papa y le decía: “entramos a la ciudad y todos los habitantes que estaban dentro de ella fueron degollados, no hubo salvación para ninguno y se incluyeron a los cristianos que estaban dentro; fue tanta la sangre que corrió por las calles que en algunos lugares los cascos de los caballos se hundían en ese líquido rojo. Este fue uno de los triunfos más resonantes que se logró con una cruz como referencia. El hecho se llama La Jerusalén Libertada.
Cuando Constantino andaba en querella con Majencio, no tenía los suficientes elementos para luchar en contra de este avezado general, y Santa Elena que era mamá del primero y ya se había convertido al cristianismo, le aconsejó que se acercara a la comunidad cristiana en busca de ayuda. Pero, como antes dijimos, los grandes líderes siempre se han valido de subterfugios para lograr propósitos y este futuro emperador romano ni tardo ni perezoso, se acercó con los líderes de la cristiandad y les dijo, que había visto una cruz en el cielo iluminada entre las nubes y en la base de ella un letrero que decía “con esta cruz vencerás”. Convenció a todos de que debían colaborar en su empresa y desde luego con la promesa de que si triunfaban, la religión cristiana sería reconocida como oficial en el imperio romano. Todo eso sucedió el 28 de octubre del año 312 más o menos de la era cristiana y aunque se dijo que él mismo se había convertido, nunca fue oficiante y parece que lo hizo ya en artículo mortis. La batalla se desarrolló en el puente Mildiu al norte de Roma.
Constantino legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313, es conocido también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Convocó el Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad legal al cristianismo en el Imperio Romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros días, lo presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte.
La misma Santa Elena hizo un viaje a Jerusalén, y en el camino estratégicamente fue construyendo algunos pequeños templos que, además de esparcir la fe de Cristo en esas regiones, también sirvieran como refugio de los peregrinos que visitaban esa ciudad. O sea, la cruz seguía teniendo mucha preponderancia. Como parte importante de todas las catedrales que se empezaron a construir, la parte más alta, o sea, su torre, siempre fue coronada por una cruz.
Curiosamente entre los guerreros del antiguo imperio azteca y mucho antes que vinieran los españoles a estas tierras, ya se usaban unas macanas en forma de cruz, estas eran su arma predilecta tanto de ataque como de defensa. En la pirámide principal llamada De las Inscripciones de la ciudad arqueológica de Palenque en el estado de Chiapas, existe una escalinata que te guía hasta el fondo de dicha construcción, ahí te puedes maravillar con lo que tus atónitos ojos pueden observar; sobre una lápida tallada en piedra y sellada con una tapa perfectamente moldeada, existe una losa de más de dos metros de largo por 1.10 de ancho y sobre ella está grabada en estuco una cruz llamada “gamada”, porque en sus puntas tiene ramificaciones.
Difícil es que tuviera alguna influencia de carácter religioso ya que, esa tumba existe más o menos desde el año 1000, o sea, más de 500 años antes de que llegaran aquí los españoles que fueron los que trajeron la cruz que conocemos.
Hay algunos mayólogos que creen que la élite del pueblo Maya, tenía comunicación con los del sur del Continente y ellos les hicieron saber de la existencia de la conocida “cruz del sur”, que sólo se observa en esas latitudes. Siendo este pueblo muy conocedor de la astronomía, no es de dudar que sí sabían la razón por la que se usaba; inclusive tuvieron la sapiencia de saber utilizar el cero con lo que le dieron a la numeración un camino hasta el infinito. Ellos formaban la cruz citando los cuatro puntos cardinales, razón por la cual era algo muy importante para su civilización.
Con referencia a la festividad del Día de la Santa Cruz, citaremos palabras de la escritora, Claudia Lars, ya que la menciona como una mezcla de rito y fervor.
Con el peculiar estilo poético, Claudia expresa en este fragmento la grandiosidad de esta fiesta, que en tiempos precolombinos simbolizó el clamor a los dioses para que la época seca diera paso a la lluviosa.
Este tributo indígena a la madre tierra está registrado en muchos estudios antropológicos: “Con la llegada de las primeras lluvias se rendía culto a la fertilidad, a la madre tierra y a la deidad de Xipe Totec, nuestro señor. Este dios fue muy importante en la época prehispánica y es considerado como uno de los principales dentro del panteón mesoamericano”, escribe la antropóloga Gloria Mejía de Gutiérrez en la revista virtual del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Con la llegada de los españoles, este culto a la tierra no pudo ser eliminado, al contrario, se fusionó con la reverencia cristiana a la Santa Cruz que los pueblos de España también realizaban por esta época del año.
“Lo importante (en esta celebración) es que se da una fusión muy fuerte de elementos que compaginaban en el credo que traían los españoles y el credo que éstos encontraron aquí”, manifiesta el antropólogo Ramón Rivas.
Llegar a ese sincretismo religioso no fue difícil, porque en los pueblos precolombinos la cruz ya tenía su propio significado. “La cruz, en la cosmovisión de estas culturas, tenía que ver con los cuatro puntos cardinales que rigen el centro y el poder de la vida, por tanto, era un símbolo de respeto”, añade Rivas.
Según el antropólogo, la visión cristiana de los conquistadores luego encontró cabida en los ritos prehispánicos, sin embargo la cruz no fue vista por los indígenas como el símbolo de la redención o del martirio (como lo era para los españoles), sino continuó siendo el símbolo de vida, de la fertilidad.
“Para el cristiano, el Día de la Cruz es algo muy vivificante, pero para el indígena es un agradecimiento que se le da a la madre tierra por las primeras cosechas y también un culto para que siga ofreciendo más”, puntualiza Rivas.
En México, el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, es el día de la fiesta tradicional de los albañiles. Estos acostumbran colocar en lo alto de la fachada de la casa o edificio que están construyendo, una cruz de madera adornada con flores y papel de china, previamente bendecida por un sacerdote.
La fiesta de la Santa Cruz es motivo de jolgorio para los albañiles y éstos festejan con cohetes, música, baile y platillos típicos, con familiares y amigos, en la «obra» donde estén trabajando.
Esta tradición data de la época colonial a partir de la formación de los gremios y según viejas crónicas fue impulsada por Fray Pedro de Gante, segundo Arzobispo Primado de México que hubo en la Nueva España.
Esta celebración fue suprimida del calendario litúrgico por el papa Juan XXIII, sin embargo los trabajadores de la construcción de México, siguen manteniendo viva dicha tradición.
Dado el fervor religioso de los albañiles, el episcopado mexicano hizo las gestiones pertinentes para que en México continuara vigente la celebración de la Santa Cruz. En el Distrito Federal, en el cruce de las calles de Cuauhtémoc y Municipio Libre que corresponden a la Delegación Benito Juárez, existe un árbol en forma de cruz, que es objeto de veneración por los vecinos del lugar. En el ex convento de La Cruz que existe en la ciudad de Querétaro, aún se puede apreciar un árbol que produce espinas en forma de cruz y al 20 por ciento de ellas también se le pueden apreciar los clavos.
Milpa Alta es la delegación del D. F., donde se sigue con mayor autenticidad la tradición original. En algunos lugares se acostumbra poner una ofrenda a la Cruz a semejanza del día de muertos.
Hay quienes aseguran, que la primer manifestación divina que le asignaron a este símbolo fue cuando algún humano al cual ya se le había desarrollado el cerebro y empezaba a ser pensante; le dio por tomar dos trozos de madera y colocándolos en forma de cruz empezó a frotarlos y así produjo por primera vez un chispazo que ocasionó el fuego, y así siguiendo su ejemplo los demás hicieron lo mismo. ¿Qué mejor momento y figura para darle una connotación sobrenatural? ya que, a partir de ese momento el hombre dio un paso enorme en la historia, creando el elemento necesario para cambiar toda la alimentación. Otros aseguran que fue la necesidad de la orientación la que le dio mayor fuerza astronómica e histórica cuando algún iluminado marcó los puntos cardinales.
A partir del hecho en que ya los alimentos podían ser asados, aumentó grandemente el gusto por la comida aunque siguió siendo insípida hasta que se descubrió la sal. Otros insisten en que fue la cruz el símbolo del cristianismo y que de ahí arrancó como figura divina; pero, recordemos que en un principio los cristianos se identificaban por una figura en forma de pez y no de una cruz. Es muy válido creer que desde el momento de la crucifixión de Jesús, estos dos maderos atravesados tomaron un lugar importantísimo como figura emblemática y representativa de una religión como lo conocemos ahora.
Seguramente la cruz que sirvió para inmolar a Jesús que fue clavado en su figura, es la más importante en la historia del catolicismo; recordemos que la fe en ella seguía siendo tan fuerte entre los creyentes que, cuando Godofredo de Bouillón que fue quien encabezó la primer cruzada, aquella que nació bajo la arenga de Pedro el ermitaño que fue el instrumento que utilizó el Papa Urbano II para que los cristianos se lanzaran a una guerra para rescatar el santo sepulcro (o sea la sepultura de Jesús), de los árabes; sufrieron enormes penurias en su paso por toda Europa hasta que se embarcaron para llegar a los terrenos de lo que hoy es la nación de Israel y de ahí a Jerusalén. Debemos tener presente que de la invitación que el Papa había hecho para que fueran a luchar, sólo respondieron los franceses y no teniendo dinero para costear semejante empresa, le solicitaron un préstamo a un banquero de Venecia, y con ello lograron llegar a su objetivo.
Cuando llegaron a las murallas de Jerusalén, los cristianos iban en condiciones tan lamentables que los sarracenos se reían de ellos desde lo alto de las murallas y se preguntaban ¿contra éstos vamos a luchar?; la batalla estaba perdida de antemano pero los líderes se valen de muchos trucos para buscar el triunfo, resulta que Godofredo un buen día salió entre las tropas con un clavo entre sus manos y les dijo: “este es uno de los clavos con que clavaron a Jesús en la cruz, ya lo autentificó un sacerdote y lo bendijo, por lo tanto, él nos guiará a la victoria”. Fue tanto el fervor que se le inyectó a los famélicos creyentes que aún en estas fechas no se sabe cómo lograron triunfar contra soldados bien comidos y bien armados.
Hay una carta que uno de los soldados que asaltaron las murallas le envió al Papa y le decía: “entramos a la ciudad y todos los habitantes que estaban dentro de ella fueron degollados, no hubo salvación para ninguno y se incluyeron a los cristianos que estaban dentro; fue tanta la sangre que corrió por las calles que en algunos lugares los cascos de los caballos se hundían en ese líquido rojo. Este fue uno de los triunfos más resonantes que se logró con una cruz como referencia. El hecho se llama La Jerusalén Libertada.
Cuando Constantino andaba en querella con Majencio, no tenía los suficientes elementos para luchar en contra de este avezado general, y Santa Elena que era mamá del primero y ya se había convertido al cristianismo, le aconsejó que se acercara a la comunidad cristiana en busca de ayuda. Pero, como antes dijimos, los grandes líderes siempre se han valido de subterfugios para lograr propósitos y este futuro emperador romano ni tardo ni perezoso, se acercó con los líderes de la cristiandad y les dijo, que había visto una cruz en el cielo iluminada entre las nubes y en la base de ella un letrero que decía “con esta cruz vencerás”. Convenció a todos de que debían colaborar en su empresa y desde luego con la promesa de que si triunfaban, la religión cristiana sería reconocida como oficial en el imperio romano. Todo eso sucedió el 28 de octubre del año 312 más o menos de la era cristiana y aunque se dijo que él mismo se había convertido, nunca fue oficiante y parece que lo hizo ya en artículo mortis. La batalla se desarrolló en el puente Mildiu al norte de Roma.
Constantino legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313, es conocido también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Convocó el Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad legal al cristianismo en el Imperio Romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros días, lo presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte.
La misma Santa Elena hizo un viaje a Jerusalén, y en el camino estratégicamente fue construyendo algunos pequeños templos que, además de esparcir la fe de Cristo en esas regiones, también sirvieran como refugio de los peregrinos que visitaban esa ciudad. O sea, la cruz seguía teniendo mucha preponderancia. Como parte importante de todas las catedrales que se empezaron a construir, la parte más alta, o sea, su torre, siempre fue coronada por una cruz.
Curiosamente entre los guerreros del antiguo imperio azteca y mucho antes que vinieran los españoles a estas tierras, ya se usaban unas macanas en forma de cruz, estas eran su arma predilecta tanto de ataque como de defensa. En la pirámide principal llamada De las Inscripciones de la ciudad arqueológica de Palenque en el estado de Chiapas, existe una escalinata que te guía hasta el fondo de dicha construcción, ahí te puedes maravillar con lo que tus atónitos ojos pueden observar; sobre una lápida tallada en piedra y sellada con una tapa perfectamente moldeada, existe una losa de más de dos metros de largo por 1.10 de ancho y sobre ella está grabada en estuco una cruz llamada “gamada”, porque en sus puntas tiene ramificaciones.
Difícil es que tuviera alguna influencia de carácter religioso ya que, esa tumba existe más o menos desde el año 1000, o sea, más de 500 años antes de que llegaran aquí los españoles que fueron los que trajeron la cruz que conocemos.
Hay algunos mayólogos que creen que la élite del pueblo Maya, tenía comunicación con los del sur del Continente y ellos les hicieron saber de la existencia de la conocida “cruz del sur”, que sólo se observa en esas latitudes. Siendo este pueblo muy conocedor de la astronomía, no es de dudar que sí sabían la razón por la que se usaba; inclusive tuvieron la sapiencia de saber utilizar el cero con lo que le dieron a la numeración un camino hasta el infinito. Ellos formaban la cruz citando los cuatro puntos cardinales, razón por la cual era algo muy importante para su civilización.
Con referencia a la festividad del Día de la Santa Cruz, citaremos palabras de la escritora, Claudia Lars, ya que la menciona como una mezcla de rito y fervor.
Con el peculiar estilo poético, Claudia expresa en este fragmento la grandiosidad de esta fiesta, que en tiempos precolombinos simbolizó el clamor a los dioses para que la época seca diera paso a la lluviosa.
Este tributo indígena a la madre tierra está registrado en muchos estudios antropológicos: “Con la llegada de las primeras lluvias se rendía culto a la fertilidad, a la madre tierra y a la deidad de Xipe Totec, nuestro señor. Este dios fue muy importante en la época prehispánica y es considerado como uno de los principales dentro del panteón mesoamericano”, escribe la antropóloga Gloria Mejía de Gutiérrez en la revista virtual del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Con la llegada de los españoles, este culto a la tierra no pudo ser eliminado, al contrario, se fusionó con la reverencia cristiana a la Santa Cruz que los pueblos de España también realizaban por esta época del año.
“Lo importante (en esta celebración) es que se da una fusión muy fuerte de elementos que compaginaban en el credo que traían los españoles y el credo que éstos encontraron aquí”, manifiesta el antropólogo Ramón Rivas.
Llegar a ese sincretismo religioso no fue difícil, porque en los pueblos precolombinos la cruz ya tenía su propio significado. “La cruz, en la cosmovisión de estas culturas, tenía que ver con los cuatro puntos cardinales que rigen el centro y el poder de la vida, por tanto, era un símbolo de respeto”, añade Rivas.
Según el antropólogo, la visión cristiana de los conquistadores luego encontró cabida en los ritos prehispánicos, sin embargo la cruz no fue vista por los indígenas como el símbolo de la redención o del martirio (como lo era para los españoles), sino continuó siendo el símbolo de vida, de la fertilidad.
“Para el cristiano, el Día de la Cruz es algo muy vivificante, pero para el indígena es un agradecimiento que se le da a la madre tierra por las primeras cosechas y también un culto para que siga ofreciendo más”, puntualiza Rivas.
En México, el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, es el día de la fiesta tradicional de los albañiles. Estos acostumbran colocar en lo alto de la fachada de la casa o edificio que están construyendo, una cruz de madera adornada con flores y papel de china, previamente bendecida por un sacerdote.
La fiesta de la Santa Cruz es motivo de jolgorio para los albañiles y éstos festejan con cohetes, música, baile y platillos típicos, con familiares y amigos, en la «obra» donde estén trabajando.
Esta tradición data de la época colonial a partir de la formación de los gremios y según viejas crónicas fue impulsada por Fray Pedro de Gante, segundo Arzobispo Primado de México que hubo en la Nueva España.
Esta celebración fue suprimida del calendario litúrgico por el papa Juan XXIII, sin embargo los trabajadores de la construcción de México, siguen manteniendo viva dicha tradición.
Dado el fervor religioso de los albañiles, el episcopado mexicano hizo las gestiones pertinentes para que en México continuara vigente la celebración de la Santa Cruz. En el Distrito Federal, en el cruce de las calles de Cuauhtémoc y Municipio Libre que corresponden a la Delegación Benito Juárez, existe un árbol en forma de cruz, que es objeto de veneración por los vecinos del lugar. En el ex convento de La Cruz que existe en la ciudad de Querétaro, aún se puede apreciar un árbol que produce espinas en forma de cruz y al 20 por ciento de ellas también se le pueden apreciar los clavos.
Milpa Alta es la delegación del D. F., donde se sigue con mayor autenticidad la tradición original. En algunos lugares se acostumbra poner una ofrenda a la Cruz a semejanza del día de muertos.
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