Noe Guerra Pimentel
Aristóteles, en su Política, dice que no llamaría Polis o ciudad a cien habitantes ni tampoco a cien mil; es decir, para él era tan absurdo llamar ciudad a cien personas que a cien mil, lo cual le parecía un disparate. Como sabemos, nosotros vivimos en ciudades, sobre todo en estados o países de miles y millones de habitantes. Por tanto, nuestro concepto de democracia se ha distendido, porque tiene exigencias distintas a las que podía tener la época griega. Hay una frase que dice el economista y sociólogo canadiense, John Kenneth Galbraith, acerca de que las democracias contemporáneas viven bajo el temor permanente a la influencia de los ignorantes, y esa frase creo que es importante.
Los ignorantes también tienen voto, como todo el mundo y las democracias, la parte más sana de las democracias, vive bajo el temor de que los ignorantes van a boicotear las medidas necesarias que deben hacerse para mejorar cualquier situación y salir de los conflictos, y que apoyarán a las demagogos. Las medidas demagógicas son las que traen las desventuras a las sociedades; es decir, los ignorantes son una amenaza en un mundo en que todos los votos valen igual. Uno a veces puede pensar que hay políticos que esperan, que tienen confianza en los ignorantes, porque son los únicos que aceptarían apoyar las ofertas que ellos hagan, de modo que efectivamente hay mucho en la sociedad para temer a los ignorantes. Hay algunos que confían en los ignorantes para sacar adelante sus propuestas, sus medidas pragmáticas a su favor, justificadas con supersticiones.
La educación es una parte imprescindible en el proceso democrático. Tenemos que formar personas, no solamente buenos profesionales. Naturalmente es importante que la educación esté orientada a formar profesionales, a tener destrezas prácticas en el campo de la escultura, de la argumentación, en el cálculo; todo eso es importante, porque el ser humano tiene qua valerse de armas, de conocimiento para enfrentarse a la naturaleza y salir adelante, pero a la vez tenemos que formar personas íntegras, es decir, cultivar la humanidad y la ciudadanía en nosotros.
Muchos e incluso ciertos sectores piden que se dejen de tonterías, que lo importante es que los chicos estudien, que tengan una profesión, que empiecen a ganar dinero, que se independicen y todo eso. Eso es algo a combatir por todos, porque los que vamos a sufrir las consecuencias de la mala educación de los demás somos todos. La educación nunca es un asunto privado, siempre es un asunto público, porque el efecto nos alcanza a todos; por lo tanto, nunca es un asunto de mamá y papá, es un asunto de la sociedad, nos implica a todos y todos tenemos algo que decir al respecto. Genéticamente estamos predispuestos a la humanidad, pero la humanidad no nos la ha dado la naturaleza, nos la da sociedad, nos la dan los demás. Todos nacemos dos veces: una del útero materno y otra del útero social.
*Dr. Honoris Causa por la U de C
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