A Carolina Rolandi,
nuestra Carito, hasta La Perla del Atlántico.
nuestra Carito, hasta La Perla del Atlántico.
NOÉ GUERRA PIMENTEL*
En días pasados, proveniente de Argentina, de la provincia de Buenos Aires estuvo de visita en casa por espacio de dos semanas una joven marplatense, Caro Rolandi, compañera y amiga de mi hija Frida, ésta como estudiante de intercambio del programa de movilidad de la Universidad de Colima en la Ufasta (Universidad de la Fraternidad de Agrupaciones de Santo Tomás de Aquino), una de las más prestigiadas comunidades laicas de estudios superiores de Argentina.
A su llegada, entre otras curiosidades Caro, con su sonrisa y actitud amable nos trajo como obsequio una bebida cuyo origen se discuten Uruguay y Argentina, pero de mucho mayor arraigo allá, entre los argentinos, cuando le preguntamos a la Bella de La Feliz Mardel que ¿qué era el Mate? Eludió la respuesta directa pero se comprometió a mandarnos el que en su opinión, era el más cercano significado, mismo que tal cual, comparto: "El Mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma Mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El Mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es “¡hola!” y la segunda “¿unos mates?”. Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar Mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar Mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón. Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: “¿Dulce o amargo?”. El otro responde: “Como tomes vos”.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de Yerba. La Yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay Yerba, un vecino tiene y te da. La Yerba no se le niega a nadie. El sencillo Mate es nada más y nada menos que una demostración de valores. Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el Mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás, mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: “¡Basta, cambia la yerba!” Es el compañerismo hecho momento. Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente “¿está caliente, no?”. Es la modestia de quien ceba el mejor Mate. Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir “¡gracias!”, al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir". Eso es el Mate para los argentinos ¡sorprendente, no! Gracias Carito. ¿Cuál será nuestro Mate? ¿Tenemos Mate?
*Presidente de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.
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