NOÉ GUERRA PIMENTEL*
Vista en parte de su complejidad, en mi opinión y contra lo que la mayoría supone, la definición de nuestra identidad de mexicanos es corta, relativamente breve y más si nos atenemos a que fue con el surgimiento del cine, la radio y la televisión cuando ésta se perfiló a partir de esos referentes encarnados en hombres y en mujeres del siglo pasado, reduciéndola a los conocidos estereotipos que tanto al interior como en el ámbito internacional nos han limitado, uniforman y suprimen la riqueza étnica y pluricultural de una nación tan diversa como la nuestra.
Porfirio Díaz, Villa, Madero y Zapata fueron los que a principios del siglo pasado más influyeron en el ser del mexicano, especificados con la ayuda de la literatura, la fotografía y el incipiente cine. Personajes a los que al paso se sumaron otros más, como Pedro Armendáriz, Agustín Lara, Javier Solís, Jorge Negrete, Tín Tán, Cantinflas, Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, el Santo y Resortes, quienes desde la radio y el cine, dieron origen a un ideal mexicano que desde la educación institucional y el arte, casi a la par fundamentaron José Vasconcelos, Daniel Cosío Villegas, Mariano Azuela, Nervo, Rivera, Orozco, Siqueiros y Tamayo, íconos mexicanos, al igual que los músicos Blas Galindo, Moncayo, Ponce y Revueltas.
Entre las féminas no podemos soslayar a las que, actuadas o no, finalmente se constituyeron como las más vanguardistas y aquí entran Dolores del Río, Frida Kahlo, María Félix, Leonora Carrington, Lola Olmedo y Beltrán, Josefina Lavalle, que desde diferentes disciplinas más delimitaron internacionalmente a la mujer mexicana, esencias que dicho sea, en mucho se contraponen a la mayoría de mexicanas, aún de estos tiempos. En otra generación encontramos a Lupita Amor, Griselda Álvarez, Lucha Villa, Silvia Pinal, Elena Poniatowska y la Montenegro.
Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Andrés Henestrosa, J. E. y Cristina Pacheco, Monsiváis, Fidel Velazquez, Carlos Slím, los Azcárraga desde Vidaurreta hasta Jean, pasando por el Milmo que desde la caja boba fabricaron a figuras del espectáculo que la comunidad internacional asume como embajador@s de lo mexicano: Pedro Vargas, Jacobo Zabludovsky, el Chapulín Colorado y el Chavo, Vicente y Alejandro Fernández, Juan Gabriel, Elba Esther Gordillo, Verónica Castro, Luis Miguel, Salma Hayek, Thalía, El Loco Valdez, Salinas, Peña Nieto, Paulina Rubio, Hugo Sánchez, Angélica Vale, Lupita Jones, Brozo, Gael García y Diego Luna, Alex Lora, Rafael Inclán, la Arrolladora, Chabelo, Elizalde, el Chapo Guzmán, el Fabiruchis, Ana Gabriela y al Chicharito.
Una amalgama de historias y personajes que a lo largo de una centuria han proyectado lo que la gente de fuera ve en nosotros como mexicanos, como si la mayoría fuéramos Paulinas y Thalías o Pedros, Salinas, Luis Migueles o Chapos, nada más distante de lo real entre gente normal que a falta de una identificación que valide y respete sus diferencias sociales, se obliga a retomar y abstraer a su individual condición a alguno de estos últimos inducidos personajes.
Una identidad que por supuesto no nos corresponde porque no dice lo esencial de nosotros, porque no respeta ni pondera nuestras grandes individualidades regionales, porque nos obliga al atraso y al estatismo, porque alevosamente nos tratan de imponer y arbitrariamente nos han inoculado a la mayoría del colectivo que hace al pueblo mexicano en esa única y para ellos valedera “identidad nacional” que sin duda nos aísla y suprime, quedando, en el mejor de los casos como productos de consumo, como los Mexican Curious apetecidos por un mundo globalizado que mimetiza y borra y contra lo que nos debemos resistir, si es que no queremos desparecer, privilegiando nuestros rasgos originales.
*Presidente de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.
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