NOÉ GUERRA PIMENTEL*
Escribir sobre el Barrio como ese lugar donde coinciden los afanes de individuos que se desarrollaron y crecieron con imágenes y experiencias comunes es más que un intento para retomar el recuerdo, retraer sus personajes, recordar sucesos y rehabilitar espacios desaparecidos en la alegoría única de la nostalgia, es un ejercicio que a los otros, a los lectores nos permite la cercanía a costumbres, algunas ya desaparecidas, tradiciones, vivencias y el origen de un grupo social que ha evolucionado, revocacionado o no, hasta nuestros días y desde esa perspectiva entender y asumir su condición.
La pertenencia a un barrio en nuestro Colima antes, apenas hará unas décadas, era más fuerte desde la perspectiva cultural. El barrio es visto como un espacio de tradiciones y prácticas casi inamovibles, que logra escapar al avance de la modernidad. Por ello, los vecinos se manifestaban orgullosos de pertenecer a uno u otro barrio. Incluso, aquéllos que logran éxito económico y se mudan de un barrio marginal a otro con mayor nivel socioeconómico, suelen expresar su cariño hacia su barrio de origen y nunca dejan de reconocerse como parte de él.
Los barrios suelen contar con espacios comunes, sitios donde se reúnen los vecinos, lugares donde ni la edad ni la situación económica son factor para evitar la convivencia, siendo común ver fraternizar a personas de todo tipo teniendo como única condición la de pertenecer al barrio, aspectos que en mucho estimulan la identidad, la plena convivencia y la solidaridad. Las fiestas patronales, suelen ser, salvando las diferencias de tipo regional, eventos de una riqueza muy particular, dado que con el pretexto del santo en devoción, brindan la oportunidad de encontrarse entre los vecinos. Festejos que por lo general, se caracterizan por la instalación de ambulantes en la calle cerrada exprofeso, donde se venden platillos típicos, entre juegos mecánicos a la par que se ofrecen espectáculos populares de música y en ocasiones hasta se organizan bailes. Otra acepción del término barrio, alejada de las cuestiones organizativas y geográficas, hace alusión a cualidades negativas tales como la ignorancia, la dejadez, la falta de vocación y la inseguridad en la vía pública, entre otras muchas.
Desde el saltillense Isidro Gaytán Dávila el “Popoca”, conocido por su filantropía cultural y amena charla soportada en dichos, anécdotas, historias, personajes y las vivencias del norte del país, hasta Alfonso Hernández Cronista de Tepito y “Director emérito del Diplomado en albures” y “Orientador perpetuo de la fenomenología del relajo”; encontramos un sinnúmero de ejemplos de personajes que recrean en lo cotidiano con canciones, letras sueltas, imágenes coloreadas de originalidad para aportar un verdadero bosquejo social propio del entorno.
De esa manera descubrimos desde el purista y exquisito casi olvidado ya fallecido Cronista de la ciudad Salvador Novo o su colega Guillermo Tovar y de Teresa, que acaba de fallecer; así como del lado popular al recordado Salvador “Chava Flores”, también ya ausente, conocido como el Cronista musical del DF, autor entre otras de “sábado, Distrito Federal”, “Los gorrones”, “la tertulia”, etc., como al recientemente desaparecido Carlos Monsivais, con su visión crítica del acontecer social de nuestro país y su conocida ironía sobre la forma de vivir de los barrios y del mexicano, así como al propio Armando Ramírez con su novela emblemática “Chin, chin, el Teporocho” y su crónica urbana capitalina.
*Socio de número y Presidente (2009-2012) de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.
Escribir sobre el Barrio como ese lugar donde coinciden los afanes de individuos que se desarrollaron y crecieron con imágenes y experiencias comunes es más que un intento para retomar el recuerdo, retraer sus personajes, recordar sucesos y rehabilitar espacios desaparecidos en la alegoría única de la nostalgia, es un ejercicio que a los otros, a los lectores nos permite la cercanía a costumbres, algunas ya desaparecidas, tradiciones, vivencias y el origen de un grupo social que ha evolucionado, revocacionado o no, hasta nuestros días y desde esa perspectiva entender y asumir su condición.
El barrio, lo dice el diccionario, es una subdivisión de una ciudad o pueblo, que suele tener identidad propia y cuyos habitantes cuentan con un sentido de pertenencia. Un barrio puede haber nacido por una decisión de las autoridades, por un desarrollo inmobiliario (por ejemplo, un barrio obrero creado aledaño a una fábrica) o por el devenir histórico, el más común. El sentido de pertenencia y la identidad de los habitantes de un barrio suele generar antagonismos con aquéllos que pertenecen a otros. Así es como los de cada zona, por ejemplo, son vistos como rivales.
La pertenencia a un barrio en nuestro Colima antes, apenas hará unas décadas, era más fuerte desde la perspectiva cultural. El barrio es visto como un espacio de tradiciones y prácticas casi inamovibles, que logra escapar al avance de la modernidad. Por ello, los vecinos se manifestaban orgullosos de pertenecer a uno u otro barrio. Incluso, aquéllos que logran éxito económico y se mudan de un barrio marginal a otro con mayor nivel socioeconómico, suelen expresar su cariño hacia su barrio de origen y nunca dejan de reconocerse como parte de él.
Los barrios suelen contar con espacios comunes, sitios donde se reúnen los vecinos, lugares donde ni la edad ni la situación económica son factor para evitar la convivencia, siendo común ver fraternizar a personas de todo tipo teniendo como única condición la de pertenecer al barrio, aspectos que en mucho estimulan la identidad, la plena convivencia y la solidaridad. Las fiestas patronales, suelen ser, salvando las diferencias de tipo regional, eventos de una riqueza muy particular, dado que con el pretexto del santo en devoción, brindan la oportunidad de encontrarse entre los vecinos. Festejos que por lo general, se caracterizan por la instalación de ambulantes en la calle cerrada exprofeso, donde se venden platillos típicos, entre juegos mecánicos a la par que se ofrecen espectáculos populares de música y en ocasiones hasta se organizan bailes. Otra acepción del término barrio, alejada de las cuestiones organizativas y geográficas, hace alusión a cualidades negativas tales como la ignorancia, la dejadez, la falta de vocación y la inseguridad en la vía pública, entre otras muchas.
Desde el saltillense Isidro Gaytán Dávila el “Popoca”, conocido por su filantropía cultural y amena charla soportada en dichos, anécdotas, historias, personajes y las vivencias del norte del país, hasta Alfonso Hernández Cronista de Tepito y “Director emérito del Diplomado en albures” y “Orientador perpetuo de la fenomenología del relajo”; encontramos un sinnúmero de ejemplos de personajes que recrean en lo cotidiano con canciones, letras sueltas, imágenes coloreadas de originalidad para aportar un verdadero bosquejo social propio del entorno.
De esa manera descubrimos desde el purista y exquisito casi olvidado ya fallecido Cronista de la ciudad Salvador Novo o su colega Guillermo Tovar y de Teresa, que acaba de fallecer; así como del lado popular al recordado Salvador “Chava Flores”, también ya ausente, conocido como el Cronista musical del DF, autor entre otras de “sábado, Distrito Federal”, “Los gorrones”, “la tertulia”, etc., como al recientemente desaparecido Carlos Monsivais, con su visión crítica del acontecer social de nuestro país y su conocida ironía sobre la forma de vivir de los barrios y del mexicano, así como al propio Armando Ramírez con su novela emblemática “Chin, chin, el Teporocho” y su crónica urbana capitalina.
*Socio de número y Presidente (2009-2012) de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.
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