NOÉ
GUERRA PIMENTEL*
En México, se dice que la devoción
Guadalupana es tan grande y está tan arraigada (aunque sea en ocasiones con
errores) que aquí se puede ser ateo, pero no se puede dejar de ser Guadalupano.
María de Guadalupe es ante todo una Madre que se preocupa por sus hijos. Ella,
según le dice a Juan Diego, y a través de él a todos los demás: “¿Qué acaso no
estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás tú bajo mi protección y mi cuidado?”.
Generalmente llevan flores y es impresionante ver los enormes grupos, formados
por un gentío que abarca varias calles por kilómetros. Los peregrinos rezan y
cantan con devoción y entusiasmo. Participan hombres, mujeres, niños y
ancianos.
El códice “Nican Mopohua” narra en
detalle cómo se llevaron a cabo las apariciones de la Virgen de Guadalupe en
1532. Tuvieron lugar en la parte norte de la ciudad, que posteriormente sería
conocido como Villa de Guadalupe. Así se llamó por muchos años, pero por
motivos políticos se le impuso el nombre del hermano de un Presidente, muerto
durante la revolución de 1910; actualmente se llama Gustavo A. Madero, una de
las delegaciones políticas de las diez y seis que tiene la ciudad de México. El
pueblo la sigue llamando Villa de Guadalupe –para asuntos no oficiales-. Muchos
se refieren a ella como santuario o basílica.
En mucho, los indígenas o “indios” no
llegaron a hacer una revuelta armada contra los conquistadores, quizá
fundamentalmente por las apariciones Guadalupanas. A partir de éstas, y de
contar con la tilma o ayate de Juan Diego (actualmente canonizado) empezó a
haber muchos favores divinos o milagros. Las personas empezaron a visitar
primero la pequeña ermita construida a un lado de la actual Catedral. Años más
tarde el templo del “Pocito”, cerca del lugar de las apariciones, llamado así
por tener un pozo del cual brotaban aguas tenidas como milagrosas.
Más tarde pasó a la Parroquia, llamada
ahora por los expertos “de Indios o Naturales” y al templo de Capuchinas,
cercano a ella. Después se construyó la que fue declarada Insigne y Nacional
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, la cual tenía pisos y columnas de
mármol negro de Carrara hasta los años sesenta (1960…). Actualmente las
columnas han sido recubiertas de concreto y los pisos han sido también
sustituidos por ese material con motivo de las obras de reparación requeridas
por el mal estado de la construcción (Y por haberse drenado las corrientes de
agua subterráneas).
Todo el año hay personas que de forma
individual, en familia o en grupos pertenecientes a parroquias, comunidades
basadas en el mismo lugar de residencia, lugares de origen, empresas,
actividades profesionales, etc., visitan a la Virgen de Guadalupe. Las cifras
que se utilizan para calcular a los visitantes pueden ser discutibles, pero
muchos afirman que son más de diez millones por año. La época de mayor
afluencia se presenta desde principios del mes de diciembre, llegando a su
apogeo el día 12, fecha de la última aparición.
A los visitantes se les llama
peregrinos. Las peregrinaciones más comunes se realizan desde la antigua
Glorieta de Peralvillo –a unos 2 kilómetros, donde había una puerta de acceso
hacia el centro de la ciudad de México y posteriormente una “garita” o puesto
de revisión para el pulque, bebida alcohólica hecha de la planta del maguey. Al
principio y por décadas se siguió la Calzada de los Misterios, donde se erguían
(han sido restaurados muchas de ellas) las etapas que se recuerdan al rezar esa
devoción.
Por algunos años y por haberse
construido por esa calzada las vías del ferrocarril, se utilizó la Calzada de
Guadalupe, vía paralela que se renovó para la primera visita del Papa Juan
Pablo II. Nacionales como extranjeros, acuden desde sus lugares de origen
utilizando distintos medios de transporte; en algunos casos haciendo jornadas
de día y noche caminando cientos de kilómetros hasta llegar a la Basílica. Ella
también es para muchos la Virgen mencionada en el Apocalipsis, venciendo al
mal. Ella ha sido nombrada Emperatriz de América y de Filipinas y la Patrona
del Nuevo Milenio.
*Socio
de número y Presidente (2009-2012) de la Sociedad Colimense de Estudios
Históricos, A.C.
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